Ética empresarial e inteligencia artificial
127 febrero, 2023 por Hugo Cruz Rivas
(Una versión reducida de este artículo fue publicada en la edición impresa de Diario Prensa Libre (Guatemala) el 27 de febrero de 2023)
Hace unos días tuve oportunidad de interactuar o “dialogar” con un chatbot especializado en ética. Le hice estas preguntas: ¿es ético sobornar a alguien? ¿qué es la cooperación material al mal? ¿por qué dar un soborno es un acto intrínsecamente malo? ¿por qué el soborno puede generar desigualdad? ¿qué es un conflicto de intereses? El chatbot respondió a cada una de las preguntas de una manera tan precisa y clara que, si fuera uno de mis alumnos de maestría, le habría colocado la máxima nota posible y hasta lo hubiera felicitado.
Pero no hay que alarmarse. El avance de la inteligencia artificial aplicada a diferentes campos y a la ética en particular no lleva al escenario catastrofista de reemplazar a las personas en este campo. Al contrario, refuerza la importancia de lo esencialmente humano: la necesidad de prudencia en la toma decisiones.
La función de este tipo de software interactivo es aportar una herramienta para el usuario. Permite que una persona pueda sentirse en libertad de preguntar lo que realmente le interesa, de la manera que quiera, sin cohibirse. Ahora bien, ¿significa esto que el tema de la ética está resuelto? Si todos los ejecutivos de empresa tuviesen acceso a esta herramienta virtual para resolver sus dilemas éticos, ¿el mundo sería más ético? La respuesta es que no necesariamente.
Por una parte, todo usuario de chatbots con inteligencia artificial es advertido de que las respuestas obtenidas podrían tener un sesgo o tener, al menos, limitaciones en cuanto a las fuentes de información de las cuales se alimenta.
Por otra parte, como se ha dicho reiteradamente, la ética no consiste en saber más sino en ser mejor persona. Entre la teoría clara y precisa que nos aporta un chatbot con inteligencia artificial y la aplicación de esa teoría a la práctica existe un océano de por medio.
El océano que existe entre la teoría y la práctica de la ética está condicionado por las motivaciones de quien actúa (legítimas o ilegítimas), los conflictos de interés de quien tomas las decisiones o el tipo de sesgos de quien decide. Lo que esto nos indica es que una persona, aún contando con todas las herramientas conceptuales para tomar una decisión ética, no siempre tomará un decisión de tal tipo porque está de por medio ese conjunto de condicionantes.
Todo lo anterior nos devuelve al meollo de la formación ética de una persona: no sólo se trata de saber qué es el bien y el mal sino de querer hacer el bien. Es necesario aprender a querer el bien. Para llegar a ese nivel, se requiere todo un proceso de aprendizaje en el cual el ejecutivo de empresas aprenda ver, en casos concretos, las consecuencias negativas de las decisiones no éticas y, a la vez, las consecuencias positivas de actuar éticamente. Gracias a eso ganará la prudencia que le permitirá, a la vez, ser buen juez o árbitro en uso de la inteligencia artificial.
Vamos a la raíz 
Hola que gusto que tocas estos temas de actualidad, que, dicho sea de paso, con un desarrollo muy rápido. Hace algunos años el problema era dónde podíamos conseguir la información para poder analizar y tomar mejores decisiones, hoy por hoy, el problema es…qué vamos a hacer con toda la información para tomar decisiones. Se tiene la mala creencia que la IA es quién toma las decisiones, lo cual no es cierto, la IA es una herramienta que tenemos todos, que nos ayudar a ordenar la información de manera tal que podamos tomar mejores decisiones, reducir tiempos en el proceso, las decisiones las toman las empresas, nunca una máquina o una serie de datos podrán analizar, discernir y tomar una decisión, tomando todas las aristas del caso, esa visión global únicamente la puede tener la persona humana. Felicitaciones por abordar estos temas.
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